Un día como cualquier otro estaba solo
en el jardín de mi casa, no tenía nada que hacer y daba un recorrido por el
patio, examinando la grama, los animales y las flores. Viendo de cerca ese
minúsculo, perfecto y maravilloso mundo que vive bajo mis pies. Detrás de la casa
del perro, observando el suelo, un objeto llamó mi atención, blanco y
brillante, resaltaba entre el pasto
verde justo frente a mis ojos, le recogí.
Para mi sorpresa era una colilla de
cigarro, la curiosidad me invadió. Ese deseo que llena el corazón de todo niño,
ese sentimiento de estar a punto de hacer algo prohibido. Tomé la colilla la
puse en mi boca y respiré a través de ella. Es el primer recuerdo que tengo de
mi infancia, tenia entonces siete años. Mi siguiente recuerdo es de cuando cumplí
treinta y tres años, lo que pasó en medio, se perdió para siempre.
Este momento congelado en la memoria es
el punto indefinido donde nace un arco iris tornasol cuyo final se ha perdido
en el horizonte. Uno lleno de vivencias y contrastes, sencillo y complejo, un
laberinto en la conciencia, donde alguna vez se asomo una sombra y se perdió
para siempre en su propia historia. Se resume en un simple relato, el cual te susurro,
ya que solo así hace sentido la triste esperanza de un alma extraviada en su
propio mundo.
Malfarero
dime si no me conoces, Mateo me dicen los de la
iglesia, Fernando me llaman en el mercado, soy Estuardo en la cafetería,
Rigoberto en el banco, Martín para mis amigos, Diego si estoy en familia,
Francisco en los bares y Eulalia cuando trabajo de noche.
Esta es la historia del día
en que encontré mis recuerdos. Desde que tengo memoria me despierto siempre a
las tres de la mañana, hago un ánfora y regreso a la cama. Tengo un sótano
enorme lleno de vasijas y ánforas, no las vendo porque siempre salen
defectuosas, de ahí deriva mi sobrenombre, una amalgama de las palabras “mal
alfarero”, siempre me cayó muy en gracia.
Muchos dicen que estoy
loco, pero una voz me dice que se equivocan.Luego de hacer mi vasija del día, duermo una siesta y despierto
nuevamente a las cinco de la mañana para comprar el diario. En él siempre pongo
un mensaje informando de mis servicios y doy mi número telefónico, a veces llaman,
a veces no. El diario me aconseja lo que debería hacer, que ponerme, quienes
murieron, que comprar, que vender, entre otras cosas, pero lo mas importante es
que siempre viene un mensaje escondido dirigido especialmente para mí.
El mensaje de hoy lo
encontré uniendo la quinta palabra de los párrafos primos de la sección “Hogar”, decía lo
siguiente: “En casa existe memoria oculto limpiar rompe hoy platos tierra
bonito azul”. Era muy claro, tenía que deshacerme de las vasijas en el sótano, después
de todo, estaban hechos de tierra y medio escondidos en el sótano de mi casa,
no recuerdo cuando hice tantos, están sucios y definitivamente existen, no eran
nada bonitos y el sótano estaba pintado de azul.
Me dirigí al sótano con un
mazo de madera, rompí las primeras novecientas, había polvo por todos lados y
era casi imposible caminar. Detrás del muro de arcilla que acababa de
derrumbar, encontré tres vasijas enormes, y otras mil pequeñas, pero estas eran
perfectas, para nada defectuosas. Me dio mucha lástima romperlas, pero el
mensaje era claro.
Al romper la primera vasija
grande, mi sótano se tiñó de rojo, tenía vino. La segunda vasija tenía mucho
dinero, y la tercera, un libro y una pluma. Escrito a mano, que decía:
“Diario personal”
Debajo de esto, impreso en tinta negra se
leía:
“Perteneciente a:”
A continuación, escrito en letra
caligráfica decía:
“Anónimo, sí tú, el que no se sabe su nombre,
¿Quién más?”.
En la página siguiente solo se encontraban
dos frases:
“Aunque vivas un día a la vez sin poder ver
para atrás, si tu naturaleza se conserva, caminarás por la senda de tu destino”
Y en letras pequeñas, debajo estaba
escrito:
“Detrás de las sombras siempre está la luz,
síguelas. Síguela.”
Luego, escrito con otra letra decía:
Hombre
sin nombre, gozas de mi eterna gratitud por librarme de las sombras que me
acechaban. En retribución te doy mi vieja casa, algo de dinero, algo de beber y
te enseño mi oficio. Escoge un nombre y vive en paz.
Amanda
Luego
tomé la pluma y escribí:
Érase
una vez un alfarero que vivía de sus sueños y recuerdos, érase una vez un
alfarero que vivía sin memorias ni anécdotas. Un día vio a su espalda y diviso
mas de mil y un ánforas,quedo
maravillado yse dispuso a hacer más.
Una
vez, vio lo vacía que era su vida, se dispuso a romper cada una de sus vasijas,
al romperlas descubrió oro, aceite y pergaminos que contenían dorados recuerdos
de cuando el fue el gran alfarero capaz de mantener intacta para siempre la
esencia de sus inapreciables memorias.