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Andres Jimenez Ventura
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Literatura > Fábulas Noctámbulas > Nicotinómano # 24



Nicotinómano No. 24 (Parte 3)

        Tengo algo encima, concreto. No me puedo mover.

        ¡Luis Mario? ¡Estas bien?

        No hay respuesta, oigo llanto, gritos por todos lados.

        ¡Luis?

        Bernardo – susurró – No puedo respirar, el teatro se derrumbó – se detuvo varios segundos y luego prosiguió – ¿Tu estas bien?

        No me puedo mover Luis, pero creo que sí, estoy bien.

        Entre los gritos hay silencio, un silencio escalofriante, triste, morboso.

        Luis Mario, háblame…  

        No hubo respuesta. Los gritos cesan de poco en poco, el tiempo pasa. Pasa una, reina el silencio. Pasan dos horas, se oyen pasos y alguien grita.

        ¡Ven, aquí hay gente!

        Se oyen más pasos, ruidos y gritos  aunados de agonizantes anónimos que ensordecían los míos. Pasa el tiempo y veo una luz.

Bernardo fue rescatado lesiones leves, Luis Mario con serias. Bernardo se mudó, a petición de Luis Mario, a la casa de su amigo para cuidar de sus mascotas con la ayuda de una empleada. La pecera de Flutero estaba rota, la serpiente fue encontrada bajo la cama de Luis Mario.

Al salir del hospital, Luis Mario, que había dejado de lavarse las manos, regresó a su casa y Bernardo se quedó ahí. Fue entonces cuando fue notada la ausencia de Teófilo y Teodora, la última de dos meses de edad.

 Los huesos de Teodora fueron vomitados por Flutero dos días después de la llegada de Luis Mario. Teófilo fue encontrado dos semanas después, muerto bajo los escombros del techo derrumbado en el ático de la casa, por dos albañiles llamados Calixto y Julio, que reparaban el lugar. A razón de esto, Luis Mario adquirió dos hámsteres, Tectónica y Telurio, a quienes instaló entorno a Flutero, en un complejo sistema de túneles transparentes que rodeaban la pecera del reptil.

Había pasado un año desde el terremoto, Luis Mario y Bernardo fueron nuevamente al teatro para celebrar el cumpleaños de Luis Mario. Esta vez, regresaron bien.

Al regresar a la casa, Bernardo fue a su habitación, Luis Mario se quedó viendo televisión en la sala. Pasaron las horas y el sueño no llegaba. Apagó el televisor, e hizo un recuento de su vida. Por primera vez en un año, Luis Mario se encontraba fumando un cigarrillo, ahora parado frente al antiguo reloj, le invadió la nostalgia y se echó a llorar, pasado esto se lavó las manos y fue a dormir por última vez.

 

FIN

Categoría: Nicotinómano # 24 | Ha añadido: andresjimenez (2008-12-31) | Autor: Andres Jimenez
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