Domingo, 2024-11-24, 0:27 AM
Andres Jimenez Ventura
Inicial | Registrarse | Entrada Le saludo Invitado, huésped | RSS
Fábulas Noctámbulas: Categorías
El Nómada [2]
Malfarero [1]
Nicotinómano # 24 [3]
El Arco Iris Peludo [8]
Guerrero Sandía [3]
Menú del sitio
Nuestra encuesta
Como calificarías este sitio
Total respuestas: 16

Literatura > Fábulas Noctámbulas > Nicotinómano # 24



Nicotinómano No. 24 (Parte 2)

Bernardo, hombre solitario y melancólico, trabaja dando clases de braile a ciegos, todos los lunes lo visita su madre con la comida de la semana, y tiene debilidad por las cosas dulces. Bernardo hablaba solo, un monólogo interior reinaba en su cabeza todo el tiempo.

       Cuarenta pasos en línea recta, nada me estorba, nada me estorba. Ahora a la derecha, setenta pasos. Este debe ser el edificio, siete escalones. Ahora tres pasos, abro la puerta y entro a casa…

       Tomo las llaves, las pongo en la mesa a la par de la puerta. Han caído al piso, la mesa no esta. Dos pasos al frente, algo me estorba…

Bernardo, algo confundido, anduvo un rato por la casa y todo estaba fuera de lugar, los muebles estaban en el suelo, las puertas abiertas, y tropezaba constantemente con cosas tiradas en el piso. Logró llegar a su habitación, tomó asiento.

       Un ruido – penso – ¿Quién anda ahí? – gritó 

       Es ciego, es ciego, ¡vámonos a la mierda!

       ¿Quién anda ahí!

       Alguien corre, me pongo de pie, abren la puerta, cierran la puerta. Me robaron, me robaron.

Cinco y media de la tarde. En su casa, frente al closet, Luis Mario se ve en el espejo mientras termina de abotonarse la camisa, escoge una corbata negra y calmadamente se hace un nudo doble.

Seis y media de la tarde, viendo televisión en la planta baja, esperando a su amigo para ir al teatro, hora de lavarse las manos.

Siete en punto. Suena el timbre. Luis Mario se levanta, va por su abrigo y luego abre la puerta. Su amigo se miraba aturdido, molesto. Le preguntó si se sentía bien y Bernardo le contó lo sucedido.

       Necesito que vengas mañana a mi casa, para que me ayudes a ordenar todo, y tratar de ver que fue lo que se llevaron.

       Claro, ¿quieres quedarte aquí hoy?

       Déjame pensarlo, te respondo a la salida del teatro. Por cierto, ¿que obra vamos a ver?

       Se llama Plutarco, es un drama, de un hombre y su hijo.

       ¿Vamos a pie o en tu auto?

       En mi auto, no queda tan cerca.

Bernardo entró en la casa y Luis Mario lo llevó al garaje, ahí estaba su auto, un Bentley MX Park Ward de 1939 en perfectas condiciones. Ambos suben al vehículo y van al teatro.

El teatro Sierra había sido construido en mil novecientos cuarenta y tres, robusto e imponente, recordaba a sus visitantes el glamour de su época, o al menos eso decía su publicidad. El teatro fue el primer edificio de la ciudad que tuvo parqueo en su sótano, era de color crema y estaba adornado por detalles en piedra.

       Dos entradas por favor – Dijo Luis Mario.

       Aquí tiene señor, la obra está a punto de comenzar. Pase adelante.

Luis Mario tomó del brazo a su amigo y le guió a la entrada, abrió la puerta y entraron en silencio. La sala era grande y todos los lugares tenían buena visión del escenario. La pared de fondo estaba acolchonada para mejorar la acústica y los asientos eran cómodos y amplios.

A Bernardo no le gustaba ir al teatro, le costaba seguir el hilo de las obras pues nunca estaba del todo seguro de qué personajes estaban en la escena, ni que voz pertenecía a cual.

La obra comienza

       Suena un piano, suave, tranquilo, triste. Oigo pasos, zapatos de madera, suelo de madera. Resuena una voz de hombre, joven. - Penso Bernardo

       Oigo una melodía, que me lleva a otro sitio. Abro los ojos y pienso «Quiero regresar a ese lugar, o al menos salir de este». - dijo el actor

       Más pasos, lentos, uno, dos, tres. La voz es ahora suave, angustiosa.

       A veces uno se encarga de hacer de su vida una maraña de malos hábitos y mentiras, en donde la única luz con la que se cuenta es mas tenue que la de la luna, es mas constante que el sol, es el resplandor de aquellos recuerdos cada vez mas borrosos, es la memoria de el haber sido al menos una vez, hace ya bastante tiempo, el hombre que hoy daría todo por ser.

       La voz es mas fuerte, las palabras más rápidas.

       Es incomprensible como uno lleva a cabo las acciones que lo llevan a la infelicidad, que se hacen por el simple hecho de ser infeliz.

       Terminó la melodía y le dio paso a otra. La voz ahora es alegre, vibra.

       Ahora siento que hay esperanza, lo que me falta es voluntad, tengo el deseo, carezco de la determinación, tengo fuerza pero perdí el animo.

       Silencio. Pasos, uno, dos, tres, cuatro.

       Ahora estoy molesto, me duele la cabeza, leer, correr, gritar, todo eso ayuda, vaya que ayuda, pero como cualquier droga, nunca dura lo suficiente.

       Un violín suena a lo lejos.

       Es el espíritu lo que se me perdió, es mi alma lo que se descompuso, es mi corazón el que apesta. Que puede hacer aquel capaz de hacer cualquier cosa, pero incapaz de empezar empresa alguna. Esforzarme día a día, poco a poco, es lo que no logro hacer. Necesito algo que me recompense rápidamente. La paciencia es un reto, no una virtud, y vaya reto, reto que me impide rectificar lo retorcido de mi existencia, es una competencia en donde nunca se gana, solo se espera, y ya he esperado mas de lo que me gustaría haber esperado nunca, y menos de lo que se espera que un desesperado espere.

       La voz se quiebra, el violín sigue, ahora más fuerte.

       Ahora estoy triste, talvez necesito un apoyo, primero debo aprender a apoyarme, talvez necesito motivación, pero lo único que me motiva es la evasión. Soy miope caminante del camino en donde lo que importa es divisar y distinguir en la distancia los diferentes destinos para así escoger la senda que me lleve ahí. Nada me conmueve, ni el llanto del más triste violín, solo alimenta mi tristeza, es como un monstruo insaciable, ya no me cabe dentro, pero creció tanto que me es imposible sacarlo.

       La voz es ahora mas grave, seria. El violin cesa.

       Me quedan dos alternativas, o mato de hambre a mi tristeza, que triste, o me parto el pecho y me la saco de encima, y entonces estaré muerto, al menos no estaré triste, que triste, muy triste.

       Silencio, tres segundos, pasos, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez.

       Ahora está entrando el papá – susurró Luis Mario

       Oigo más pasos. Irrumpe el silencio una voz robusta, seria.

       ¡Plutarco!

       Dime padre.

       ¿Que haces parado ahí en la oscuridad?

       Pensando padre, reflexionando acerca de la vida.

       ¿Qué vas a saber tú de la vida?

       Mas de lo que asumes padre, y menos de lo que creo.

       Algo hace que mi asiento vibre. Ahora vibra más fuerte, y ahora es peor. Debe ser otro temblor, ya pasará.

       El temblor sigue, es violento, oigo gritos y un estruendo. Todo es confuso. Alguien sujeta mi brazo.

       Tranquilo amigo, todo va a estar bien – grita Luis Mario.

       Otro crujido, seguido de un gran estruendo.


Categoría: Nicotinómano # 24 | Ha añadido: andresjimenez (2008-12-25) | Autor: Andres Jimenez
Visiones: 673 | Ranking: 0.0/0 |
Total de comentarios: 0
Solamente los usuarios registrados pueden añadir los comentarios.
[ Registrarse | Entrada ]
Formulario de entrada
Mini-chat
200
Búsqueda
Amigos del sitio


Estadística

Total en linea: 3
Visitantes: 3
Usuarios: 0
Copyright MyCorp © 2024