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Andres Jimenez Ventura
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Literatura > Fábulas Noctámbulas > El Arco Iris Peludo



El Arco Iris Peludo (Parte 7)

Martes dieciséis de Mayo de mil novecientos ochenta y nueve, Torre de Justicia, despacho de la jueza “pollo chueco”.

Dolly Sierra de Duarte se le insinuaba a cualquier hombre menor de veinticinco, su mejor cualidad era su capacidad de incomodar a cualquiera, amargada de nacimiento, enana y coja, tenía piernas escuetas, pies grandes y una amorfa panza floja, no había tenido sexo desde la luna llena del sábado veinticinco de octubre de mil novecientos sesenta y nueve, casualmente su noche de bodas. Tenía la maña de hacer muecas cuando algo le molestaba. En el arco iris respondía bajo el sobrenombre “Amarillo”, era hija de Rojo y esposa de Azul. Se encontraba en su despacho con su asistente.

        Necesito que le de este sobre al mensajero, para que lo entregue personalmente  al detective Diéguez en la jefatura de policía lo antes posible. También necesito que me mande a pedir a Macdonald’s un desayuno deluxe, de esos que traen pan queques y huevos, con jugo de naranja, no café, y que sea grande. No, no, sabe que, mejor dos muffins de salchicha, y un jugo, o mejor un café, si, un café grande. Y un mi heladito con caramelo y chocolate. Ah, y me urge que me traiga el expediente del caso del señor ese, el flaco que quemaba gatos, ya sabe cual ¿verdad? Ah, y llame a mi marido y dígale que ya hice el mandado que me pidió. Y… nada mas, solo eso, se le quedó ¿o se lo repito?

        Si su señoría.

        ¿Sí se le quedó o sí que le repita?

        No se preocupe, ya le entrego el sobre al mandadero, que se lo de personalmente a Diego, el detective y después le mando a pedir el desayuno y llamo al Sr. Duarte.

        Y el caso. El expediente…

        Esta es su escritorio su señoría.

        Ah, es este fólder ¿verdad? – dijo echándole un vistazo.

        Sí, ese mismo.

        Entonces tenga. Archívelo, y tráigame el del caso de los muertos esos que encuentran a cada rato.

        ¿De cual de los homicidios?

        Hay no se, tráigalos todos.

La asistente giró los ojos y suspiró. Tomó el fólder y se fue a hacer los mandados. Odiaba a su jefa, pero pagaba bien, aunque no lo suficiente. Dolly brinco a su silla y tomó el teléfono.

        Alo. ¿oficial Sánchez? Si, mira, ya le mande la orden de cateo, espero que ya tengan todo listo.

        Todo en orden.

        Perfecto.

Dolly tenía solo una cosa bonita, su cabello, largo, castaño y sedoso,  estaba muy orgullosa de el, y tenía la idea de que cuando la gente lo miraba, dejaba de tomar en cuenta todas sus imperfecciones. Constantemente se lo cepillaba, sobre todo cuando estaba nerviosa, y en sus ratos de ocio, observaba las puntas en busca de flor.

El Det. Diéguez estaba, como de costumbre, dormido en su oficina rascándose los huevos. Hidalgo estaba en la puerta, con un sobre en la mano, con una sonrisa en la cara, alguien le había dibujado un bigote estilo Hitler y le quedaba muy bien. Se quedo viendo la escena unos minutos y cuando el Detective estaba en su momento más apacible, tocó la puerta tan fuerte como pudo. El Detective pegó un brinco, se puso derecho y con cara de serio.

        Eh, ¿Qué sucede oficial?, estoy en mi descanso. – Dijo con una voz más grave de lo usual, para no verse tan holgazán.

        Me acaban de entregar la orden de cateo para la casa del Sr. Santiago Díaz, también conocido como Roberto Cruz. Pensaba que sería bueno ir tan pronto como sea posible.

        Si, si. Tiene toda la razón. Vamos entonces.

Hidalgo sabía como llegar a la casa, pero se hizo el despistado y dejo que el Det. Diéguez se perdiera, demorándose cuarenta minutos en llegar al lugar, al que cualquiera hubiera llegado en menos de diez. Una vez encontrado el domicilio, llamaron a la puerta sin respuesta alguna. Acompañando al Detective iban cinco oficiales, incluyendo a Hidalgo.

        Oficiales, derriben la puerta.

        No tenemos el equipo para derribarla, pero aquí el oficial Huerta tiene experiencia abriendo cerraduras – Dijo Hidalgo

        ¿Qué era ladrón?

        Casi, era bombero.

        Bueno, que la abra entonces.

Los oficiales entraron a la casa, anunciándose a gritos. No hubo respuesta.

        Bueno, separémonos. Ustedes dos vayan arriba, usted busque aquí en la planta baja, el oficial Sánchez y yo vamos al sótano.

        ¿Qué buscamos detective?

        Lo que encuentren, cualquier cosa relacionada con los homicidios.

En la planta alta, los oficiales Rodríguez y Huerta, fueron metódicamente cuarto por cuarto. No encontraron nada, hasta que llegaron a la habitación principal. Esta tenía solo una cama, una mesa de noche, un gabinete y un closet, en el cual solo había cuatro mudas de ropa. En el gabinete encontraron una cámara, binoculares, y una cuerda con sangre, en la mesa de noche encontraron fotografías de los cadáveres. Los oficiales metieron todo en bolsas plásticas

En la planta baja, el primer lugar en ser revisado por el oficial Chinchilla fue la cocina. Se tomó la libertad de prepararse un pan, tomo rodajas de pan de la despensa y fue al frigorífico en busca de jamón, queso y con suerte alguna salsa. Al abrir el refrigerador salio de este un vaho asqueroso, un aroma fétido, putrefacto. Adentro se encontraban doscientas veintisiete bolsas Ziplock todas contenían algún tipo de carne descompuesta. En la puerta de la nevera, había jamón y queso, el oficial Chinchilla los agarró, cerró la nevera y se hizo su pan.

En ese momento el Det. Diéguez e Hidalgo venían de regreso, el detective caminaba con prisa, cojeaba y tenía el seño levemente fruncido. Hidalgo estaba serio, por fuera al menos. Ambos entraron a la cocina.

        ¿Qué hace comiendo oficial? Pórtese serio hombre, estamos investigando un homicidio… – el detective respiro profundamente – ¿Te cagaste Chichilla?

        No detective, eh, es que así huele la refri…

         ¿Y no investigó de donde venía el olor?

        Es que no tengo guantes, usted dijo que no contamináramos la evidencia.

        Tiene razón, vayan afuera a revisar el patio, esto de aquí voy a revisarlo yo.

Ambos oficiales salieron de la cocina y fueron al patio. Se sentaron en un par de sillas plásticas que había a la sombra de un sauce.

        ¿Por qué andaba cojeando el detective? – pregunto el oficial Chinchilla.

        Fuimos al sótano, y la puerta estaba cerrada, y por hacerse el gallo la quiso botar a patadas. Y no miras que pega la gran patadota y se va de hocico en las gradas. – Dijo Hidalgo entre risas.

        Eh, y ¿encontraron algo ahí?

        La luz no servía y no trajimos linterna.

        Yo tengo aquí una, ¿vamos a ver?

        No, esperémoslo.

        Bueno.

        ¿Y que era eso que apestaba?

        Un montón de bolsitas con carne molida, o algo así.

        No viste ni que era …

        No, ahí que se muera de asco Bigotitos, yo no iba a meter las manos en esa mierda, estaba comiendo.

        ¿No sabes quien fue el genio que le puso esos bigotes?

        Fue el Huerta, y el idiota todavía no se ha dado cuenta.

        Yo quiero ver cuando se mire en el espejo.

Categoría: El Arco Iris Peludo | Ha añadido: andresjimenez (2008-12-20) | Autor: Andres Jimenez
Visiones: 661 | Comentarios: 1 | Ranking: 0.0/0 |
Total de comentarios: 1
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wujajajajajaja el chapter mas mate de risa!jaja happy , te cagaste Chinchilla?!jajajaja happy

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